ADOLFO HITLER


 La Primera Guerra Mundial dejó una Alemania derrotada política y económicamente. El antiguo Imperio alemán, prácticamente desmantelado, había dado paso a la República de Weimar, pero la inoperancia de aquel sistema liberal sólo causaría frustración, especialmente tras la crisis económica de 1929. Las onerosas reparaciones de guerra y demás condiciones humillantes del Tratado de Versalles alimentaban en la población un sentimiento revanchista. Todo ello, unido al arraigo de su tradición militar y del nacionalismo romántico según el cual el Estado era la encarnación del espíritu del pueblo, así como ciertos hábitos autoritarios de la sociedad alemana, constituía un excelente caldo de cultivo para la emergencia de los nuevos totalitarismos que empezaban a imponerse en la Europa de entreguerras, como el fascismo italiano.


Adolf Hitler añadió al fascismo el orgullo racial para formar la mezcla explosiva y paranoica que galvanizaría a toda una nación. Consiguió el apoyo de un ejército herido en su honor; de los industriales enfrentados a los sindicatos y temerosos de la ideología marxista; de una frustrada clase media y del proletariado «víctima de los sindicatos y de los partidos políticos». Supo proponerles a todos la superioridad de la raza aria, única legitimada para dominar el mundo, y también concitar en todos el odio a los judíos como elemento cohesionador.

Su obra Mein Kampf (Mi lucha) se convirtió en evangelio de masas, sin ser un tratado de política, y en el libro santo de la vida e ideas del jefe supremo, sin ser ninguna confesión del autor, a pesar del título. Según lo expuesto en él, la raza aria es superior por naturaleza; el Estado es la unidad de «sangre y suelo»; el «Führer» (caudillo) es la encarnación del Estado y por tanto del pueblo... Ninguna de estas ideas era nueva, pero igualmente acabaron ocasionando la devastación de Europa, la más cruel derrota del pueblo que las abrazó y el mayor genocidio de la historia.

La búsqueda de unos antecedentes familiares que pudieran justificar el desequilibrio de Hitler indujo a la construcción de diversas historias acerca de sus orígenes. La oscuridad de los pocos datos reales y la escasa fiabilidad de algunos de los vertidos por él mismo en su libro Mein Kampf contribuyeron a suscitarlas. Así, se ha especulado sobre el posible alcoholismo de su padre, sobre que éste murió confinado en un manicomio, o que su madre fue una prostituta y tuvo un abuelo judío. Ninguna de estas hipótesis ha podido probarse; sólo se puede afirmar con absoluta certeza que Adolf Hitler nació el 20 de abril de 1889 en Braunau am Inn, pueblo fronterizo de la Alta Austria, y que fue el tercer hijo del matrimonio formado por el inspector de aduanas Alois Hitler y su tercera esposa, Klara Pólzl.

Se supone que su abuelo paterno fue Johann-Georg Hiedler, molinero de la Baja Austria que en 1842 se casó con una campesina, Maria Anna Schicklgruber, quien ya tenía un hijo natural de cinco años, Alois, cuyo padre no era otro, al parecer, que el propio Hiedler, aunque no le dio su apellido. Casi cuarenta años más tarde, en 1876, Johann-Nepomuk Hiedler, hermano del anterior, se presentó con Alois ante el párroco de Dóllersheim y le pidió que borrase del registro la palabra «ilegítimo» y lo inscribiera como Alois Hiedler por deseo expreso del padre. Johann-Georg Hiedler llevaba veinte años enterrado y la madre treinta, pero el cura accedió. Al año siguiente de su legitimación, Alois cambió su apellido Hiedler, de origen checo, por el de Hitler, de grafía similar a su fonética.

Alois Hitler había ingresado a los dieciocho años en el Servicio Imperial de Aduanas y hasta 1895 trabajó como oficial en distintos pueblos de la frontera austrobávara. Había contraído matrimonio en 1864 con Anna Glass, mujer mucho mayor que él que murió sin haberle dado descendencia en 1883. Un mes después, Alois Hitler se casaba con Franziska Matzelberger, quien ya le había dado un hijo, Alois, y tres meses después de la boda le dio una hija, Angela, la única con quien Adolf Hitler había de mantener relación durante toda su vida, y de cuya hija Geli Raubal llegó a enamorarse. Esta segunda esposa fallecería también poco más tarde de una tuberculosis.


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